
ALARMA EN EL NACIMIENTO
Muchos de ustedes le han dedicado tiempo en estos días a realizar un pesebre y han reservado un lugar destacado en casa vuestra. Esta tradición fue popularizada en la Italia del Medioevo por san Francisco de Asís. Sucedió entonces que, mientras a muchos y a los más sencillos llenó de encanto esa representación del pesebre, en otros ambientes suscitó extrañeza y rechazo. La razón era porque no se entendía bien cómo era que los grandes de este mundo no ocupaban el lugar central que siempre ocupan, y que, en el pesebre, era ocupado por una pobre gente para pasar la noche, y quienes acudían a visitar al niño recién nacido también eran gente común. Para san Francisco en un belén no hay nada contra nadie, sino que está todo él bañado por el aire de un misterio y luego de la simple y pura poesía escondida en la vida diaria.
Esa promesa de paz es recuperada en este cuento por Gianni Rodari. Pertenece al libro Cuentos para jugar. Allí cada cuento tiene tres finales, pudiendo el lector elegir el que prefiera. Al final el autor explica cuál es el que él elegiría y las razones para ello.
Para realizar la selección que ilustra este cuento indagamos en muchas tradiciones, técnicas y autores. La figura de un niño recién nacido que simboliza toda la esperanza del mundo llamó a que lo más excelsos creadores realizaran auténticas maravillas y obras de arte. Y también ese mensaje sencillo y claro ha permitido que el pesebre entrase en la idiosincrasia del pueblo, con añadidos costumbristas y folklóricos que pueden provocar una sonrisa. Igual todos comparten al menos una cosa, nos dejan una huella de profunda alegría.
Les deseamos lo mejor en estas fiestas y un feliz año nuevo.
Pueden acompañar la lectura del cuento con la música que hemos seleccionado en una lista de Spotify: Fraternidad y otras canciones de Navidad.
Jackie Morris, tarjeta de Navidad para la Musicians Benevolent Fund (2009).
ALARMA EN EL NACIMIENTO
Por Gianni Rodari
Una vez, cuando faltaba poco para Navidad, un niño hizo su Nacimiento. Preparó las montañas de cartón piedra, el cielo de papel de seda, el laguito de cristal, el portal con la estrella encima. Colocó las figuritas con fantasía, llevándolas una por una desde la caja en las que las guardó el año anterior. Y tras haberlas colocado en sus sitios- los pastores y las ovejas sobre el musgo, los Reyes Magos en la montaña, la vieja castañera junto al sendero- le parecieron pocas. Quedaban demasiados espacios vacíos. ¿Qué hacer? Era demasiado tarde para salir a comprar otras figuritas y, además, tampoco tenía tanto dinero.
The First Christmas, Jan Pieńkowski, Puffin Books (1984).
Mientras miraba alrededor, a ver si se le ocurría una id ea, le saltó a los ojos otra gran caja, aquella en la que había metido a descansar, de pensionistas, algunos juguetes viejos: por ejemplo, un piel roja de plástico, último superviviente de toda una tribu que marchaba al asalto de Fort Apache…, un pequeño aeroplano sin timón, con el aviador sentado en la carlinga…, una muñequita un poco “hippy” con la guitarra en bandolera; había llegado a casa por casualidad, dentro de la caja de detergente para la lavadora. Naturalmente nunca había jugado con ella, los varones no juegan con muñecas. Pero, mirándola bien, era verdaderamente mona.
The Christmas Miracle of Jonathan Toomey de Susan Wojciechowski, ilustrado por P. J. Lynch (1995).
El niño la depositó en el sendero del Nacimiento, junto a la viejecita de las castañas. Cogió también al piel roja, con el hacha de guerra en la mano, colocándola al final del rebaño, junto a la cola de la última oveja. Por último, colgó de un hilo el aeroplano y su piloto, en un árbol de plástico bastante alto que en otros tiempos fue un árbol de Navidad, de esos que se compran en los grandes almacenes, y les encontró también un sitio sobre la montaña, no muy lejos de los Reyes Magos y sus camellos. Contempló satisfecho su trabajo, después se fue a la cama y se durmió enseguida.
Entones se despertaron todas las figuritas del Nacimiento. El primero que abrió los ojos fue uno de los pastores. Notó enseguida que en el Belén había algo nuevo y diferente. Una novedad que no le hacía demasiada gracias. En realidad no le hacía ninguna gracia.
A Christmas Story, Brian Wildsmith (1989).
– Eh, ¿pero quién es ese tipejo que sigue a mi rebaño con un hacha en la mano? ¿Quién eres? ¿Qué quieres? Márchate enseguida si no quieres que te eche encima a los perros.
– Augh- hizo el piel roja por toda respuesta.
– ¿Cómo has dicho? Oye, habla claro, ¿entiendes? O mejor, no digas nada y vete con tu hocico rojo a otra parte.
– Yo quedarme- dijo el piel roja.
– ¿Y ese hacha? ¿Para qué la quieres? Anda, dímelo. ¿Es para acariciar a mis ovejas?
– Hacha ser para cortar leña. Noche fría, yo querer hacer fuego.
Nine Days to Christmas, A Story of Mexico, de Marie Hall Ets y Aurora Labastida, ilustración de Marie Hall Ets, Viking (1959).
En ese momento también se despertó la castañera y vio a la chica con la guitarra en bandolera.
– Oye muchacha, ¿qué clase de gaita es la tuya?
– No es una gaita, es una guitarra.
– No estoy ciega, veo muy bien que es una guitarra. ¿No sabes que solo están permitidas las zambombas y las flautas?
– Pero mi guitarra tiene un sonido precioso. Escuche…
– Por caridad, para ya. ¿Estás loca? ¡Qué cosas! ¡Ah, la juventud de ahora! Escucha, lárgate antes de que te tire a la cara mis castañas. Y te advierto que queman, ya casi están asadas.
– Las castañas son ricas- dijo la chica.
– ¿Encima te haces la graciosa? ¿Quieres quedarte con mis castañas? Entonces, además de una desvergonzada, eres también una ladrona. Ahora vas a ver… ¡Al ladrón! Quiero decir, ¡a la ladrona!
Christmas in the Barn, de Margaret Wise Brown, ilustración de Barbara Cooney (1952).
Pero no se oyó el grito de la viejecilla. El aviador había escogido precisamente ese momento para despertarse y poner en marcha el motor. Dio un par de vueltas sobre el Nacimiento, saludando a todos con la mano, y aterrizó junto al piel roja. Los pastores le rodearon amenazadoramente:
– ¿Qué pretendes? ¿Asustar a las ovejas?
– ¿Destruir el Belén con tus bombas?
– Pero si no llevo bombas- respondió el aviador-, este es un aparato de turismo. ¿Queréis dar una vuelta?
– Dátela tú, la vuelta: márchate bien lejos y no vuelvas a aparecer por aquí.
– Sí, sí- chilló la viejecita-, y que se marche también esta chica que quiere robarme las castañas…
– Abuelita- dijo la chica-, no diga mentiras. Si quiere vendérmelas, yo le pago sus castañas.
– ¡Echadlas, a ella y a su maldita guitarra!
At Christmastimes de Valerie Worth, ilustración de Antonio Frasconi (1992).
How Winston Delivered Christmas de Alex T. Smith (2018).
– Y tú también, hocico rojo- continuó el pastor de antes-, regresa a tus praderas: entre nosotros no queremos merodeadores.
– Ni merodeadores ni guitarras- añadió la vieja.
– Guitarra ser instrumento muy hermoso- dijo el piel roja.
– ¿Lo habéis oído? ¡Están de acuerdo!
– Abuelita- dijo el aviador-, ¿pero por qué chilla de esa forma? Lo que debería hacer es decirle a la señorita que nos toque algo. La música tranquiliza.
– Acabemos de una vez- dijo el jefe de los pastores-, u os marcháis los tres por las buenas o vais a oír otra música.
– Yo estar aquí. He dicho.
– Y yo también estar aquí- dijo la muchacha-, como mi amigo Toro Sentado. Y yo también he dicho.
– Pues y yo- dijo el aviador-, he venido de lejos, figúrense si me quiero marchar. Venga, chiquilla, adelante, a ver si tu guitarra calma a la compañía…
La chica no se lo hizo repetir y empezó a puntear las cuerdas…
«Nacimiento» diseñado por Ilya Yashkin para Studio Roof.
PRIMER FINAL
Al primer acorde de la guitarra los pastores alzaron los bastones y silbaron a los perros.
– ¡Fuera de aquí! ¡Fuera enseguida!
– ¡Atrapa Fido! ¡Muerde, Lupo!
– Vamos, muchachos: vamos a enviarles a su país.
– Mejor les mandamos a la…
El piel roja, sin retroceder un paso, agitó su hacha de guerra.
– Yo estar preparado- dijo-, ¡Augh!
Pero el aviador no pensaba igual.
– ¡Vamos!, no merece la pena hacer una carnicería. Salta al aparato, muchacha. Y también tú, Toro Sentado, ven aquí. El motor está en marcha. ¿Estamos todos? ¡Nos marchamos!
Portada del disco «Vamos a Belén», ilustrada por Bort (1962).
El pequeño aparato despegó del Nacimiento con un zumbido y empezó a revolotear por la habitación.
– ¿Dónde vamos?- preguntó la chica, apretando la guitarra contra el pecho por miedo a que el viento del vuelo se la arrebatase.
– Conozco una caja magnífica donde se estaba muy tranquilo.
– También yo la conozco.
– Yo también saber. ¡Augh!
– Entonces, ¡augh! ¡A la caja! Ahí abajo está, todavía está abierta, menos mal. Nos divertiremos por nuestra cuenta, lejos de esos ignorantes.
– ¡Augh!- dijo otra vez el piel roja. Pero no parecía satisfecho del todo.
Nacimiento diseñado por Dick Bruna.
Retablo de Nacimiento y Adoración de los pastores de la región de Ayacucho (Perú).
SEGUNDO FINAL
Al primer acorde de la guitarra los pastores agitaron sus bastones amenazadoramente.
– Está bien, está bien- suspiró la chica-. No os gusta la guitarra. Ya veis, la hago pedazos. Pero, por favor, llamad a los perros antes de que me desgarren los pantalones.
– ¡Muy bien, así se hace!- aprobó la viejecita de las castañas-. Ven, te daré unas castañas.
– Primero- dijo la chica- deme un poco de harina. Teñiremos de blanco a Toro Sentado, así los pastores ya no se pondrán nerviosos al verle.
– Buena idea- dijeron los pastores-. Pero, ¿está hocico rojo de acuerdo?
– Augh- dijo el piel roja. Y se dejó teñir de blanco tranquilamente.
Macramé Nativity, de Janice Kress (1979).
– ¿Y el aeroplano?- preguntaron los pastores.
– ¿Sabéis lo que vamos a hacer?- sugirió el aviador-. Le prenderemos fuego y así nos calentaremos.
– También es buena idea: además la noche es fría.
El fuego llevó por fin la paz al viejo Belén. Y los pastores bailaron la tarantela al son de sus flautas en torno al fuego.
Nacimiento diseñado por Lego.
TERCER FINAL
Al primer acorde de la guitarra los pastores hicieron ademán de lanzarse contra los tres recién llegados pero una voz autoritaria y severa les detuvo:
– ¡Paz! ¡Paz!
– ¿Quién ha hablado?
– Mirad, uno de los tres Reyes Magos ha abandonado la caravana y se acerca a nosotros. Majestad, ¡qué honor!
Un niño ha nacido… de Jindra Capek (1984).
– Mi nombre es Gaspar, no Majestad. Majestad no es un nombre.
– Hola, Gaspar- dijo la chica de la guitarra.
– Buenas noches, hijita. He oído tu música. Bueno, no se oía gran cosa con todo ese barullo. Aunque he oído mejor música, la tuya no estaba mal.
– Gracias, Gaspar.
– ¡Augh!- dijo el piel roja.
– Salud también a ti, Toro Sentado, o Águila Negra, o Nube Estruendosa, o como quiera que te llames. Y buenas noches a ti, piloto. Y a vosotros, pastores, y a ti, abuelita. Me ha llegado el perfume de tus castañas.
– Esta chavala quería llevárselas…
– Vamos, vamos, te lo habrá parecido. No tiene aire de ladrona.
Der Stern Von Bethlehem, de Christel Süßmann, ilustrado por Edith Witt-Hidé (1987).
– ¿Y ese tipejo con el hacha?- gritaron los pastores-. Se nos presenta en el Nacimiento con ese hocico rojo.
– ¿Habéis probado a preguntarle por qué ha llegado hasta aquí?
– No hace falta preguntárselo. Está clarísimo: quería hacer estragos…
– Yo escuchar mensaje- dijo el piel roja-. Paz a los hombres de buena voluntad. Yo ser hombre de buena voluntad.
Adoración del niño de Gerard Van Honthorst, Galerie degli Uffizi (circa, 1620).
– ¿Habéis oído?- dijo entonces Gaspar-. El mensaje es para todos: para los blancos y para los cobrizos, para los que van a pie y para los que van en aeroplano, para el que toca la zambomba y para el que toca la guitarra. Si odiáis a los que son distintos a vosotros es que no habéis entendido nada del mensaje.
Un largo silencio siguió a estas palabras. Luego se oyó a la viejecilla que murmuraba: – Eh, muchachita, ¿te gustan las castañas? Anda, coge, no te las vendo, te las regalo… Y usted, piloto, ¿quiere? Y usted, Toro Volador, perdone, no he entendido bien su nombre ¿le gustan las castañas?
– Augh- dijo el piel roja.
Noche de Navidad (La bendición de los bueyes) de Paul Gauguin, Indianapolis Museum of Art (1902-1903).
EL FINAL DEL AUTOR
El primer final es antipático. El segundo muy injusto porque obliga al piel roja a convertirse en un blanco. El justo es el tercero, pero, naturalmente, puedo equivocarme.
Ia Orana Maria (Ave Maria) de Paul Gauguin, MET Museum (1891).
Gianni Rodari (Omegna, 1920-Roma, 1980) Maestro, periodista y divulgador de la nueva pedagogía en Italia. Publicó más de veinte libros. Cuentos por teléfono (1962), La tarta voladora (1963) o Cuentos escritos a máquina (1973) son algunos de nuestros libros preferidos de su autoría. En 1970 recibió por el conjunto de su obra, el premio Hans Christian Andersen. Murió en 1980.
Imagen superior: Retablillo de Navidad de Aquiles Nazao, ilustración de Ana Palmero Cáceres, Ediciones Ekaré (2008).
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