
CERVANTES Y SHAKESPEARE (I)
Hay un lugar en el barcelonés barrio de Gràcia que se está convirtiendo en un referente para los que están interesados en la ilustración. Es una tienda en la calle Diluvi que se llama “Las cosas de Martínez”. Además de vender cosas bellas, tiene un sótano que es una sala de exposiciones. Desde su inauguración, apostaron de manera categórica por la presencia de ilustradores en sus paredes y fueron convocando tanto a lo más valores más representativos, como a figuras emergentes y a los que hay que empezar a prestar mucha atención. Una combinación que se mostró exitosa en la exposición “Barcelona ilustrada”, donde se ofrecía visiones muy diversas de una ciudad ya de por sí camaleónica y heterogénea.

David Elósegui
Siguiendo esta estela, la de congregar a diversos artistas, cada uno con sus técnicas y su óptica personal alrededor de un tema, han hecho otra exposición, que lleva como título “Homenajea2. Cervantes y Shakespeare 400 años después”, ahora que estamos recordando otro centenario del paso a la inmortalidad de los dos, que días más, días menos sucedió al alimón. La muestra, comisariada por Inés García-Albi, la integra Antonio Azevedo, Fernando Barnuevo, Ignasi Blanch, Laura Borràs, Brusco, Lluís Cadafalch, Juan Cardosa, Laia Domènech, Martín Elfman, Paloma Elorriaga, David Elósegui, Arianne Faber, África Fanlo, Mercè Galí, Imapla, Isamat, Lluïsa Jover, Óscar Julve, Artur Laperla, Javier López, Carmen Masiá, Betty Masó, Juan Milá, José Antonio Millán, Eva de Miquel, Perico Pastor, Elenio Picó, Xavi Ramiro, Félix Roca, David Sagnier, Max Saladrigas, Marta Salvador, Ana Tiana, Martín Tognola, Luisa Vera, Xano y Lucas Zarraluki.

Martin Elfman
Decía Borges, que un clásico no es un libro escrito de cierto modo, sino que es leído de cierto modo, como si todo él tuviera una intención, que no hay en él nada azaroso, al que respetamos y que si ha durado es porque hemos encontrado en él algo y queremos seguir reencontrarnos con eso. Ahí que sigan impactando aún las desventuras del Caballero de la Triste Figura y su escudero, las dudas de Hamlet o la pasión de los amantes de Verona. Aunque esa deferencia está presente en toda la muestra, también hay un punto de atrevimiento y desenfado, cualidades que ya están presentes en la obra de estos dos magnos creadores, pero que a lo largo de estos siglos, en el proceso de convertirse en clásicos, fueron como anquilosándose, perdiendo frescura y ganando distancia con el público.

Arianne Faber

Laura Borrás
Sin embargo, el Quijote sigue siendo hoy un libro extraordinariamente vital, burlón, irónico, festivo, pero también delicado y sutil. Para comprobarlo Repasemos algunos de los fragmentos que más nos gustan, obviando algunos tan conocidos como el episodio con los molinos de viento, el discurso de las armas y las letras o la estadía en la isla Barataria, entre otros.
-El Quijote empieza antes de la frase “En un lugar de La Mancha…”. Hay dedicatorias, un prólogo y una seguidillas de sonetos, el último de los cuales es un diálogo entre Babieca (el corcel del Cid) y Rocinante, en donde este último se queja del mucho trabajo, de la poca recompensa y de la condición de los amos. Babieca, asombrado del discurso de su par, le dice “Metafísico estáis”, a lo que Rocinante replica “Es que no como”.

Luisa Vera
-El capítulo VI de la Primera Parte: “Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo”. Entre los libros que se analizan para ver si van al fuego y de esta manera salvar el poco equilibrado intelecto del hidalgo, está La Galatea del propio Cervantes. El dictamen es “Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega.”

Marta Salvador
-En el capitulo XVII de la Segunda Parte, Don Quijote se coloca el yelmo sin saber que está lleno de requesones que había comprado Sancho. Cuando empieza a escurrirse el lácteo por su rostro, piensa que sus enemigos con un conjuro le están ablandando los cascos y derritiéndole los sesos. Mientras Sancho, sabedor de la verdad, intenta salvar los requesones. El diálogo es delirante.

Isamat

Brusco
-El título del capítulo LIV de la Segunda Parte: “Que trata de cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna”. Hay que tener una gran seguridad en su arte y una libertad creativa para poder encabezar un capítulo con un título así.
-El día que nos vengan a visitar a Barcelona por supuesto que le enseñaremos la ciudad y caminaremos por el barrio de la Barceloneta, camino de la playa de Sant Sebastiá, donde tuvo lugar el capítulo LXIV de la Segunda Parte “Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido”. Mientras paseamos, les diremos quién era el Caballero de la Blanca Luna y sus intenciones. Esa derrota significó para nuestro protagonista el fin de sus aventuras, y la desaparición de un mundo de damas corteses, hadas, gigantes y magos.

África Fanlo
-“Hallóse el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron dio su espíritu, quiero decir que se murió” (Capítulo LXXIV de la Segunda Parte). Hasta el final el autor muestra hacia sus personajes cariño, desdén, compasión e ironía, en el tenso equilibrio que imprime el drama y el humor. Borges, otra vez, decía que toda la novela se escribió para esta escena.
(Continuará)

Laia Domènech
Imagen superior: ilustración de Xano Armenter.
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