CONTINUIDAD DE LOS PARQUES

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES

En la selección que estamos haciendo de cuentos en donde se explique de alguna manera lo que hay detrás de las historias y cuál es el sentido de la ficción y de las narraciones, nos estábamos olvidando de una figura que es muy importante, la del lector. En “La cebra cuentista” o en “El estudiante” el acento estaba puesto en los narradores. En esta ocasión nos serviremos de las conmemoraciones del centenario del nacimiento de Julio Cortázar en este 2014, para traer un cuento suyo que es perfecto, y donde aparece el lector ideal, que es aquel que se entrega de tal manera a la lectura que acaba formando parte de la historia, aun a perjuicio de su vida.

Realidades opuestas que se atraen, el encuentro de contrarios o la superación de la lógica son temas muy cercanos al pintor René Magritte. Por tal razón lo hemos elegido para ilustrar el cuento. Además, Cortázar eligió nacer y Magritte prefirió morir en la misma ciudad.

La cascada, 1961

La cascada, 1961

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
Por Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos.

El alfabeto de las revelaciones, 1929

El alfabeto de las revelaciones, 1929

Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte.

Los amantes, 1928

Los amantes, 1928

Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre.

Una tormenta, 1932

Una tormenta, 1932

Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

La página blanca, 1967

La página blanca, 1967

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba.

El país de los milagros, 1964

El país de los milagros, 1964

Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

La llave de los campos, 1936

La llave de los campos, 1936

Julio Cortázar (Bruselas, 1914 – París, 1984). Escritor argentino. De su extensa producción literaria que incluye la poesía, la novela, el cuento, la crónica y la traducción (los cuentos de Edgar Allan Poe han llegado al público hispanohablante en su versión) nos gustaría destacar aquellos libros que tienen un mayor componente lúdico, regocijante y travieso como Historias de cronopios y de famas (1962) y Un tal Lucas (1979).
“Continuidad de los parques” pertenece a la segunda edición aumentada de Final del juego (1964).

 

René Magritte (Lessines, 1898 – Bruselas, 1967) Pintor belga. Dueño de penetrantes y provocativos cuadros. Investigó en ellos las ambiguas relaciones entre las imágenes, los objetos y las palabras. Es frecuente ver en ellos duplicaciones, ausencias y representaciones dentro de representaciones. Juegos conceptuales que tienen en la serie «La traición de las imágenes» un punto álgido: los cuadros describen a una pipa con la leyenda «Ceci n’est pas une pipe» (Esto no es una pipa), dando pie a una paradoja, ya que sí es la representación de una pipa, pero que si hubiese puesto que era una pipa, en realidad, estaría mintiendo.

 

Imagen superior: El falso espejo, 1928.

La victoria, 1939

La victoria, 1939

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