LA SENSIBILIDAD DESPREJUICIADA DE LA NIÑEZ: ENTREVISTA A ÁNGELES QUINTEROS Y ÁNGELES VARGAS

LA SENSIBILIDAD DESPREJUICIADA DE LA NIÑEZ: ENTREVISTA A ÁNGELES QUINTEROS Y ÁNGELES VARGAS

Las escenas que con las que Ángeles Vargas ilustró los versos de Ángeles Quinteros para Un año… Poemas para seguir las estaciones están llenas de ternura, inocencia, imaginación y de un cierto atrevimiento. La ilustración y la voz poética van hilvanado recuerdos hasta configurar un particular almanaque. Quisimos preguntarles a ambas sobre el proceso creativo, sus referentes, las formas poéticas y sobre si se puede o no hablar de poesía infantil.

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La primera pregunta es sobre géneros literarios. ¿Es Un año… un libro de poesía infantil?
Ángeles Quintero: Es un libro de poesía a secas, en él también están presentes las imágenes del adulto que recuerda, que vuelve al lugar de la infancia y a asombrarse con la naturaleza, una capacidad que muchas veces se pierde a medida que crecemos. Se escribe a la niñez no como una edad cronológica sino como una sensibilidad desprejuiciada.

Chile es un país con una gran tradición poética, con nombres como Neruda, Mistral, Huidobro, Teillier, Rojas, Rokha, Lihn o Parra. ¿Encuentras en algunos de ellos algún referente?
ÁQ: Mis referentes más conscientes están en la poesía de Jorge Teillier y su nostalgia, su rescate del valor y belleza de lo cotidiano, del tiempo pasado… Todos tópicos que, por lo demás, también se vinculan con el paso de las estaciones.

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¿Es el primer libro que hacen juntas? ¿Cómo surge el proyecto? ¿Cómo fue el trabajo hasta llegar a la versión final?
ÁQ: No es el primero que hacemos juntas, pero sí el primero en el que escribo el texto, que surgió en un taller con la poeta María José Ferrada y que luego Ángeles tomó por iniciativa propia e ilustró. Con el tiempo el libro fue depurándose un poco –en texto e imagen-, pues queríamos que fuese lo más minimalista posible.

Ángeles Vargas: Trabajamos juntas hace muchos años, pero este es nuestro primer libro. También cursé el taller con María José, pero las palabras no se me daban fácil, todo lo veía ya en imágenes. Cuando leí el libro de Ángeles (que como dato anecdótico, se llamaba originalmente “Haikus para niños de otras primaveras”) me enamoré de él. Viendo ahora las primeras ilustraciones, no era tan distintas a las que existen hoy. Fueron más bien cambios sutiles, pequeños detalles, y luego el libro descansó un tiempo. Al retomarlo, lo pudimos ver ya con otros ojos.
Al ser la poesía un género complejo para los niños, quería que la imagen les detonara algo, que se dejaran llevar por las palabras.

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¿A qué se debe que los poemas adopten las formas de un género como el haiku, es decir breves, sutiles, contemplativos y que buscan lo efímero?
ÁQ: Esa caracterización que das sobre la escritura se aplica perfectamente a la mirada que el niño tiene de su entorno. A eso se debe.

¿Es un libro de poesía que podría ser leído como un libro de memorias?
ÁQ: Totalmente, pero también memorias de muchas personas que me contaron sobre alguna escena de su niñez que recordaran con cariño. Finalmente la infancia es un lugar que nos hermana a todos por esa mirada única que se tiene a esa edad. Es cuando nos hacemos adultos que esa fraternidad se va quebrando.

¿Los recuerdos son algo que se tiene o que se ha perdido?
ÁQ: Algo se va recuperando a medida que crecemos.

ÁV: Es algo que vamos construyendo y modificando día a día. Al final no hay recuerdos “reales”, ellos dependen del momento en que nos encontremos.

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En los libros ilustrados, la ilustración necesita unirse al texto en un punto. Por ejemplo, en un cuento, ese punto de conexión podría estar en la historia y en la elaboración de secuencias. Pero en el caso de la poesía, ¿dónde se encuentra esa relación?
ÁQ: Siento que la relación está en el ritmo del texto y en la paleta de colores de las palabras que se eligen.

ÁV: Cada ilustración es un mundo individual que te dispara a distintas partes y se mete en tu memoria emotiva. Siento que es una relación más abstracta y personal que la narrativa.

Además de ilustradora, eres diseñadora gráfica. ¿Cómo afecta eso a la hora de realizar la ilustración?
ÁV: En mucho, porque parto siempre -consciente o no- como diseñadora, ya que es mi formación. Veo el proyecto como un todo: debe comunicar, no solo tener lindas ilustraciones. Me cuesta mucho sentarme solo a dibujar, antes necesito tenerlo todo compuesto y visualizado.

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¿Qué referentes tanto en la ilustración como en el diseño gráfico tienes?
ÁV: Mis grandes amores son Josef Albers y Paul Rand.

No es la primera vez que usas el collage. ¿Qué te proporciona como técnica? ¿Hay alguna diferencia con respecto al uso que le diste en tus otras obras?
ÁV: Me atrae el collage ya que me permite dibujar sin dibujar. El pedazo de papel recortado me da la libertad de una forma no perfecta. Además puedo cortar lo que quiera. Disfruto mucho el proceso previo de ir fabricando las bases y jugar con las texturas. Como decía Matisse, “voy pintando con las tijeras”.
Nunca me he casado con una sola técnica, voy probando, buscando nuevas maneras de hacer. Por ejemplo, hice un libro en tela pintada y bordada, otro en gouache y tinta, y ahora estoy armando un libro en xilografía con taco perdido. Pero al final siempre se ve mi mano en las formas simples y abstractas, el uso cromático y la manera de contar la historia.

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Las guardas están hechas con los espacios vacíos de los papeles que quedaron después de los recortes. ¿Sirve como un subrayado de que detrás de estas ilustraciones hay un trabajo manual? ¿Es un guiño al lector atento?
ÁV: La mayoría de mi trabajo como ilustradora es manual. En este libro quería usar una paleta muy acotada y trabajar solo con colores planos. Cuando llegué más o menos a lo que quería, encontré que calzaban perfecto los colores y texturas de un block de papel que me traje de un viaje. El problema fue que solo tenía dos, por lo que cada pedazo para mí valía oro y lo atesoraba, pues era todo lo que tenía. Al terminar el libro me encontré con una montaña de recortes y al extenderlos dije “ahí está”. Me gustó ese juego, el paso del fondo a la figura, lo lleno y lo vacío. No creo que todos lo vean a la primera, es lindo cuando lo captan en una segunda o tercera mirada.

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Como editora, ¿nos podrías contar cuál es la realidad de la literatura infantil y juvenil en Chile? ¿Ante qué desafíos se deben enfrentar las pequeñas editoriales? ¿Y los autores?
ÁQ: La literatura infantil en Chile está viviendo un buen momento. Tenemos escritores talentosísimos -muchos de ellos premiados a nivel internacional-, y editoriales independientes que se atreven en un mercado que es pequeño, donde las editoriales grandes saturan el espacio de exhibición en librerías y en donde existe un impuesto muy alto aplicado a los libros.
Creo que en lo juvenil ese “buen momento” aún no llega a su plenitud en Chile, pues para encontrar el tono que conecte con ese público muchas veces hay que situarse en un lugar incómodo y ambiguo (tal como la sensibilidad adolescente, llena de contradicciones y cuestionamientos) al que pocos escritores llegan.

¿La participación continuada de Chile en ferias internacionales como Bolonia o Guadalajara ha servido para darle a las editoriales y autores una mayor visibilidad a nivel internacional?
ÁQ: De todas maneras, poco a poco nos hemos ido ganando un espacio y un nombre, hemos ido fortaleciéndonos gracias al profesionalismo de escritores, ilustradores y editores y al apoyo de las políticas estatales a través de fondos que nos permiten viajar a estas ferias y establecer vínculos con otros países. Todo esto ayuda a que Chile salga de la isla en la que muchas veces se convierte debido a su geografía y tamaño.

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